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¡Qué viva la fiesta!

  • Foto del escritor: María Claudia Dávila
    María Claudia Dávila
  • 22 feb 2017
  • 3 Min. de lectura


Mi primera experiencia haciendo documental, mi primera vez en esta hermosa región de mi país: Quibdó, tierra negra llena ancestralidad, sabor y amabilidad. La verdad esta experiencia partió mi carrera en dos, fue tan interesante y apasionante realizar este documental que me dije a mi misma, "tengo que seguir haciendo esto". Investigando, viajando, indagando, conectándome con las personas preguntándoles acerca de sus vidas ¡dios! TENGO QUE SEGUIR HACIENDO ESTO, fueron palabras que susurraban en mi mente varios meses, posterior a esta experiencia.


Fue fuerte y a la vez hermoso todo lo que viví. Solamente con cámaras, equipos de sonido y micrófonos, mi libreta y mi indispensable compañero de trabajo, embarqué desde Bogotá, ciudad en la que vivo, rumbo a Quibdó, capital del departamento de Chocó, en una avioneta que temblaba con la más mínima turbulencia. Me fui llena de ideas, ideas que había estado germinando como a mis bebés en los meses anteriores al viaje con lecturas, apuntes, videos y discusiones. Tenía miedo, miedo de no encontrar imágenes, de no encontrarle forma a este tema, de tantos equipos bajo mi responsabilidad, tenía miedo.


Y aunque el miedo seguía palpándose, yo decidí no ponerle cuidado e inmediatamente llegamos a la ciudad, junto con Santiago, mi amigo, salimos a las fiestas. Estas inundaban las calles con sus colores, jolgorio, música, animo y con el calor que cada vez, aumentaba más. Habían niños, ancianos, jovenes, adultos, extranjeros y un aire de alegría y emoción que jamás había experimentado. Gente bailando, riendo, molestando, observando y cantando era lo que yo percibía como ese símbolo claro de una raza llena de esperanza y empuje. Me impresionó muchísimo la energía que había en el ambiente y yo que sólo quería grabar imágenes no pude evitar meterme al "bunde", que se refiere a la montonera de gente acumulada bailando y desfilando a la vez, solo por el simple hecho de disfrutar esa experiencia, de contagiarme de esa felicidad autentica que surgía de la música y de algo que yo no podía ver pero sí sentir; esa raíz africana de mis negros lindos colombianos.


Aprendí que a pesar de que en esta región del país, la gente sufre los estragos de varias enfermedades sociales nacionales, como; la pobreza, desigualidad, corrupción y la falta del Estado en general, todos son capaces de sonreir, de abrir el corazón y de brindarte todo su apoyo. Yo llegué solo con un contacto a Quibdó; Candelario, hermano de una secretaria que había tenido mi papá hace mucho tiempo. Para mi sorpresa, el mismo día que llegamos Canduchito, como le decimos sus amigos, llegó a visitarnos al apartamento que habíamos alquilado y sin decirle nada, nos propuso salir tácitamente con un "vamos cuando quieran". El nos paseo por todas partes, nos llevó a comer pescado en dónde el siempre comía y nos mostró las fiestas, que a su modo de ver eran muy escandalosas. Su sonrisa y su mirada tranquila me hicieron entender que con poco la gente puede vivir muy feliz, me hizo entender que en el servicio hay una fuente de felicidad ilimitada y que el mejor regalo que uno puede dar es tiempo, tiempo para compartir, para conversar o simplemente para estar presente. Hoy ya pasaron casí dos años y sigo hablando con Canduchito, que vive en Lloró, un municipio del Chocó, en la mitad del campo porque dice que Quibdó es muy citadino para él pero yo molestándolo le digo que cuando quiera ir a Bogotá y ver el caos real (valga la aclaración AMO Bogotá, pero las cosas como son, ala!) que me diga y que yo lo pasearé como el me paseó a mi.


El es Candelario, pero le dicen Canducho o Canduchito

En fín, quede enamorada de Quibdó, de San Pacho que no solo es una fiesta, significa espiritualidad, fe en San Francisco de Asis, unión y paz. También me enamoré de la gente, del espíritu que le meten a todo lo que hace, de su berraquera y de sus sonrisas espectaculares. Quede enamorada de los paisajes, del Rio Atrato y de los niños que allí se bañan, quede enamorada de la chirimía y de los sonidos de la marimba de chonta. Quede enamorada de los músicos; Alexis Lozano, Yassir y todos los musicos "cracks" que llenaron el ambiente de buena energía y ancestralidad. Quede enamorada y espero volver, no en mucho tiempo. ¡Gracias QUIBDO! ¡Qué viva la fiesta! ¡Qué viva San Francisco de Asis!


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