Soy la nieta de esas brujas que no pudiste quemar
- María Claudia Dávila
- 14 dic 2017
- 1 Min. de lectura

Soy la nieta de esas brujas que no pudiste quemar,
las cenizas que revivieron después de que la hoguera ardiera,
esas tetas que te distrajeron de verme entera,
las lágrimas que derramó mi abuela,
los golpes que recibió una nación entera.
Soy la lucha y su misión en esta tierra,
las armas, el amor y la revolución,
el sexo, pudor y guerra
soy esa oración
que pide un empujón.
Un empujón a la libertad,
a esa necesidad de amar y de confiar,
a esa posibilidad de hermandad
y sobre todo, de igualdad.
Y mientras tanto,
la memoria sangra, se retuerce
y grita: "¡YA!,
ya no más,
hay que soltar,
perdonar.
Todo es un camino,
hay que entender los símbolos,
y a las heridas como luchas,
las nuestras
y las de ellas.
Las que quemaron,
por incomprendidas y marginales,
por sus verdades y particularidades
a las que silenciaron
y golpearon.
Por las nuestras,
las de nuestra vida,
esas que siguen adoloridas
fruncidas y hasta restringidas.
Por todas las qué hay,
en la tierra y en el corazón,
para que sanen su dolor,
para que den vuelta a su oración,
no con clamor, sino devoción.
La lucha sigue,
sobrevive,
se levanta entre masas,
con la garganta ulcerada
pero con muchas palabras.
Con las manos cortadas,
pero con garras,
esperando a accionar,
a la historia sanar,
y al futuro revolucionar.
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